Inscripción bilingüe de Jerjes I, en Persépolis.
Se desarrolló durante el transcurso de las Guerras Médicas, que enfrentaron a griegos y persas.
En el año 490 a. C. los atenienses lograron resistir a la invasión persa en la batalla de Maratón. Diez años más tarde, ya muerto el persa Darío I, su hijo Jerjes, preparó un nuevo ataque.
Treinta y un estados griegos se reunieron en Corinto, presididos por Esparta, comprometiéndose a luchar hasta la victoria o derrota definitiva, sin hacer la paz por separado. El estado que se rindiera debería soportar el secuestro de sus bienes, que serían destinados al santuario de Delfos para ganar el favor de los dioses.
En la década que transcurrió entre Maratón y Salamina, Atenas se había convertido en una potencia naval, alentada sobre todo por Temístocles, quien durante mucho tiempo debió soportar la implementación de las estrategias guerreras de Milicíades que proponía como mejor, la lucha por tierra.
Milicíades fue el gran estratega de la batalla de Maratón, pero cayó en desgracia al no poder conquistar la isla de Paros, y fue acusado de traición. Esta decadencia del poder de Milicíades fue aprovechada por Temístocles para imponer su plan de guerra por mar. El puerto militar de Falero fue reemplazado por el del Pireo, y se fabricaron doscientas galeras.
No se sabe con certeza cuantos hombres movilizó el rey Jerjes en su lucha contra Grecia, ya que el historiador Heródoto habla de millones, pero la historia moderna ha desmentido esa cifra por la imposibilidad de abastecer en esa época, tremendo ejército.
De todos modos, lo que sí es seguro, es que el ejército era muy numeroso, y por eso debía desplazarse por tierra. Para atravesar los estrechos del Bósforo construyeron dos puentes, cada uno formado por más de trescientas embarcaciones, atadas entre sí, cubiertas con tierra. Una vez en Europa, prosiguieron por el camino de la costa. Además contaban con mil doscientos buques de guerra y tres mil de transportes, muchos de los cuales se destruyeron en la travesía.
Entre Tesalia y la Grecia central, se encuentra el desfiladero de las Termópilas, donde esperó el rey Leónidas de Esparta, al frente de su ejército de siete mil hombres, el paso de los invasores. Allí comprendió Jerjes, viendo caer a sus hombres, lo difícil que sería la conquista de un territorio como el griego, tan montañoso, que le permitía a los griegos resistir desde escondites naturales. Pero, a pesar de la heroica resistencia, finalmente el rey persa se impuso, y entró en el Ática.
Con fuerzas muy superiores a las griegas, los espartanos propusieron retirarse y concentrar sus fuerzas en el istmo de Corinto, pero esa idea fue desechada. Sin embargo, este plan espartano fue aprovechado por el jefe ateniense, Temístocles, para que llegara a conocimiento de los persas, y engañarlos. Así, creyendo que los griegos se retirarían a Corinto, dividieron sus fuerzas para impedirles salir de la bahía. La idea era debilitar el ejército persa para poder enfrentaros exitosamente en Salamina, con fuerzas un poco más parejas. Atenas fue evacuada teniendo la certeza de que sería blanco del ataque persa. Este no se hizo esperar y la ciudad de Atenas fue destruida, luego de ser saqueada, como venganza a la derrota sufrida por los persas en Maratón.
Las naves persas dispuestas en tres filas, divididas en dos escuadras de tres columnas, fueron aniquiladas por las trescientos sesenta y seis naves griegas, de las cuales ciento ochenta pertenecían a Atenas.
Ante el desastre, los persas se retiraron a Tesalia, ubicada al norte, donde Jerjes que se retiró a Asia, fue reemplazado por Mardonio, yerno de Darío. Desde Tesalia, Mardonio, envió a Atenas, como embajador, al rey de Macedonia, con una propuesta de paz, que suponía un reconocimiento de la autoridad del rey persa, que se comprometía a restaurar los daños ocasionados por la invasión.
Sin embargo, no fue necesario para los griegos llegar a una paz con los persas, ya que los espartanos, que se había apostado en la llanura de Platea, vencieron casi sin ayuda de Atenas, que llegó cuando ya la victoria era un hecho para Grecia.
Este triunfo de Grecia sobre el gran imperio persa quedó inmortalizado en el teatro por la obra de Esquilo, que participó directamente en la batalla de Salamina, y también en las de Maratón y Platea. En una de sus obras “Los persas”, describe a Atosa la reina madre, recibiendo por boca de un mensajero, la noticia de la derrota de Salamina, donde confiesa que todo el ejército persa ha perecido, describiendo las costas de Salamina llenas de cadáveres de sus hermanos, muertos, según sus propias palabras “de forma miserable”, lamentándose que “de un solo golpe” se acabó la grandeza y prosperidad de su imperio.
Realiza también en esta obra, una comparación entre Jerjes y Darío, enalteciendo la figura del segundo, que evitó la muerte de sus hombres. Será de boca de Darío que los persas escucharán, en la ficticia obra de Esquilo, el consejo de no atacar nunca más a los helenos.
Sófocles también creó obras inspiradas en esta gloriosa epopeya, ya que él presenció el regreso de los victoriosos combatientes.
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